Salida a Cuenca. Más reflexiones.

Reflexión sobre el viaje a Cuenca


Cuenca me ha parecido una actividad muy instructiva, ya que hemos realizado actividades de contacto con la naturaleza y a la vez hemos desarrollado habilidades y valores sociales.

Esta excursión aunque corta, muy bien aprovechada, nos ha servido tanto para conocer a gente nueva, como para profundizar y ver facetas que no conocíamos de personas muy próximas.

Cambiar de ambiente nos ha venido muy bien a todos.

Aquella noche en Cuenca, la segunda noche que pasaba con mis amigas del colegio hasta esas horas, parecía que no existía ningún reloj, que teníamos libertad, que tendríamos tiempo para hablar, reír, pasear… En aquel momento vi la unión tan grande que existía entre nosotros, pensé que nunca se rompería, me imaginé a todos aquellos amigos que estaban conmigo dentro de unos años. Me sirvió para darme cuenta de que los amigos son las personas que siempre estarán contigo y te apoyaran y eso me hizo sentir muy feliz.

Ese frío por las calles solitarias de Cuenca lo recordaremos con nostalgia dentro de unos años. Aquellos momentos graciosos por la noche en la habitación del hotel, o las fotos con el camuflaje o con el chaleco, son pequeñas cosas que forman tu vida, anécdotas sin las que no tendríamos identidad.

Dentro de esas interesantes actividades campestres desarrollamos muchos valores, como la empatía, el respeto, el compañerismo, el esfuerzo. Esta excursión nos brindó muchas oportunidades en las que pudimos desarrollar estos valores. En general, pienso que todos hemos estrechado lazos afectivos con la mayor parte de los compañeros, por lo que ahora el curso está más unido.

Cuenca es una ciudad preciosa, el hotel era excelente y el lugar hospitalario, transmitía una sensación acogedora.

Yo personalmente lo considero una experiencia inolvidable que sin duda me gustaría repetir y recomiendo para los años venideros.

Raquel Bardo Ibáñez 1º C Bachillerato

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¿CUENCA? ¡INOLVIDABLE!

Este viaje ha sido muy importante para mí, ya que he logrado integrarme del todo y unirme a un grupo de chicos del colegio junto con otras chicas nuevas.


El primer día fue un día duro, ya que no paramos de hacer cosas y entre madrugar y el viaje, estaba agotada, aunque impaciente por realizar todas las actividades que había preparadas; como el paintball y el piragüismo, que son dos cosas que me encantaron y espero volver a repetirlas.

Después de realizar las actividades, fuimos a comer una paella riquísima. Me sentí muy acogida, parecíamos una familia.

A continuación nos subimos otra vez al autobús para ir a hacer senderismo y ver las cabezas talladas en piedra de la “Ruta de las Caras”. Durante la visita me preguntaba cuánto tiempo habrán podido tardar en hacer cada una de ellas, parecían reales.

Luego fuimos al hotel a dejar las maletas y a cenar. En la cena estuve con el grupo de chicas con el que voy ahora. No parábamos de reírnos. Esa noche me lo pasé genial.

Después de cenar nos dejaron salir por el pueblo, y al terminar, volvimos al hotel a dormir. Al día siguiente, la mañana estaba lluviosa y no pudimos realizar las actividades que teníamos previstas, como visitar los museos o las casas colgantes. Estuvo toda la mañana lloviendo, y esto hizo que nos volviéramos a Madrid antes de tiempo.

Este viaje ha sido un gran paso para mí en este colegio, ya que soy nueva y necesitaba integrarme, porque soy bastante tímida. Me ha dado la oportunidad de conocer mejor a mis compañeros del colegio y poder tener mi grupo de amigos.

Amparo Lázaro 1º C Bachillerato

Más que un viaje, una reflexión. Por Judith Ordóñez de 1º Bachillerato

Aquí estoy, sentada en la silla de mi habitación junto al radiocasete en función aleatoria. Tal vez sea hora de reflexionar. Creo que ya voy adquiriendo poco a poco la madurez que requiere una chica de dieciséis años. La madurez necesaria para darme cuenta de que esto no es una simple redacción y que aquellos dos días junto a las casas colgantes, o colgadas como lo llaman los conquenses, no fue un viaje cualquiera.

He aprendido a valorar hasta el más mínimo detalle. Creo que es la primera vez que digo esto sin querer utilizar la frase propiamente hecha. Lo digo porque es lo que siento de verdad, desde el corazón. He de admitir que gran mérito se lo debo a la filosofía. Llevo escribiendo muchos años a lo largo de mi vida, pero sin duda, mis escritos jamás fueron tan detallistas como lo son ahora.

Esto es más una valoración personal que ofrece cada uno respecto al viaje, ¿no? Pues ya que le cuento esto a un trozo de papel, y tal vez más adelante a la gente que hay tras él, seré sincera. Cuenca me abrió los ojos. Me hizo ver que los lazos que unen la joya más valiosa, que para mí es la amistad, podían estremecerse en el momento más inesperado y cambiar el rostro de la cara de la noche a la mañana. O como dice el refrán “dar la vuelta a la tortilla.” Esto me dio mucho en que pensar. Rescato una frase que seguramente será bastante reconocida por todos nosotros. ¿La gente cambia? ¿O con el tiempo te muestran cómo son realmente? Me gustaría optar por la primera opción.

Cuenca fue un viaje lleno de sonrisas, y por tanto, de recuerdos. Con unas vistas como dije, de cuento. Parecía el típico lugar del siglo pasado en el que los caballeros debían aparecer bajo el balcón de la dama a la luz de la Luna. Sin duda, esa apariencia, con el paso de los años, se ha convertido en otra muy diferente. Pero bonita al fin y al cabo.

Estoy segura de que la gran mayoría tenemos asentado el latinismo Carpe Diem. La primera vez que escuché estas dos palabras, recuerdo que tendría unos doce años. Aún no sabía si quiera lo que podría significar eso. Había escuchado algo del vivir, del disfrutar. Fue hace un año cuando realmente entendí lo que significaban estas palabras. En realidad, al principio no me parecía tan sencillo. ¿Acaso nosotros podemos decidir si vivimos adecuadamente la vida? ¿Si aprovechamos todas las oportunidades? ¿Si disfrutamos verdaderamente las cosas? Como bien me dijo un sabio conocido, para disfrutar debía sacar el fruto. Y de ese fruto, sacar provecho. Pues creo que he aprendido a hacerlo antes de lo que imaginaba, no era tan complicado: reflexiono.